jueves, octubre 18, 2007

Epicentro de Leonardo Schwebel

Lo del placazo se suma a la serie de incongruencias que nos depara un gobierno que se ha empeñado en mentir y cobrarnos a los ciudadanos la factura de un parido empresarial. Acostumbrados a hacer lo que viene en gana, el negocio del siglo para demostrar su falta de imaginación, es que sean los consumidores cautivos quienes daldemos las cuentas pendientes. Otro engaño es el gasolinazo cuyo aumento en realidad es para pagar la propia deuda de Pemex hacia suu proveedores y comprar más gasolina del extranjero.
Las finanzas públicas no coinicden las políticas públicas por la sinrazón que los aumentos van al gasto corriente y una mínima, en realida mínima parte, para obras y mejoras.
El dinero gratis del placazo podrá disimularse en algunas acciones pero su destino más próximo son los Panamericanos, que a cuatro años de su realización, se presagia como apurado y con manitas de gato al 5 para la hora.
De todas las ciudades que han organizado juegos del programa olímpico, sólo la ciudad de México y el país han visto mermado su desarrollo años después de su realización; sin embargo las ciudades sede de países no propiamente del primer mundo, lo que han ganado es un endeudamiento extremo.
Para Río, por ejemplo, sus panamericanos de este año fueron un fracaso en turismo y cobertura televisiva, que son los principales ingresos. Los estadios se vieron vacíos y se presentaron casos evidentes de corrupción. Para ellos el fracaso fue deportivo y económico. Otro ejemplo es Barcelona, que si bien creció en todos sus índices de calidad de vida, aún pagan las consecuencias. Para Mar de Plata en Argentina tampoco las cosas salieron conforme a lo planeado.
El monto para Guadalajara es muy poco comparado con lo que otras metrópolis invirtieron y con la desventaja que no s ecuenta con una eficiente infraestructura deportiva y de movilidad.
El placazo se tendrá que pagar a fuerzas como lo haremos con la gasolina, las verificaciones, los seguros, tenencias y demás monerías. El pretexto que los que tienen más pagan más ya no es válido, sobre todo que tenemos una zona metropolitana carente de transporte público rápido y funcional.
Lo peor de las mentiras es que llegan a ser tan recurrentes que acabamos por acostumbrarnos a ellas y nuestro "castigo" son votar o abstenernos. En nuestra vida democrática tan endeble, nuestro poder de pueblo se transforma en silencio y conformismo, y así es más fácil que cualquiera nos vea la cara.